Perfil

!Hola a todas y a todos!

Me llamo Jesús, tengo 28 años y soy de Padre Pío, uno de los barrios más humildes de Sevilla. Estudié biotecnología en la Universidad Pablo de Olavide y acabo de terminar mi doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid donde he pasado los últimos 6 años investigando sobre la genética de las enfermedades cardiovasculares.

Sin embargo, además de estar en el laboratorio, necesito hacer otras cosas muy diferentes principalmente porque me divierten pero también porque me ayudan a desconectar. Creo que es muy importante tener tiempo para nosotros mismos y soy un firme detractor de la productividad. Yo, por ejemplo, no puedo vivir sin montar en bici y lo necesito hacer casi a diario (dejé de jugar al fútbol porque mis tobillos se pusieron en huelga). Además de eso, me encanta el cine, leo mucho y a veces escribo pequeñas historias o textos de divulgación. Recientemente me subí por primera vez al escenario participando en el concurso de monólogos científicos FameLab 2021 y tras ganar la edición nacional, representaré a España en la final internacional de noviembre.

Por último, quería contaros que mi vocación investigadora no viene desde niño, como puede ocurrir en otras ocasiones. Desde pequeño siempre he sufrido ante la pregunta más recurrente a la que un estudiante se enfrenta «¿qué quieres ser de mayor?». Me gustaban las matemáticas pero también leer; quería saber más sobre historia o política, pero me atrapaban los problemas de genética y me fascinaba Darwin y su viaje a bordo del Beagle. En mi decisión me ayudó mucho asistir a unos talleres que organizaban en el instituto unos universitarios muy motivados que explicaban qué era eso de la ingeniería genética y por qué estudiar biotecnología.

¡Espero ser yo ahora el que os ayude a algunos de vosotr@s!

Mi investigación se centra en estudiar la genética de las enfermedades cardiovasculares, es decir, intentamos entender si hay regiones del ADN que están implicadas en la aparición de arritmias o infartos e identificarlas para intentar mejorar el diagnóstico de pacientes o desarrollar nuevas terapias.

¿Quieres saber más? A pesar de que todas nuestras células tienen la misma información genética, el mismo ADN, una neurona y una célula muscular no tienen nada que ver. ¿Por qué? Los genes ocupan solamente un 2% de nuestro ADN, son los mismos para todas las células y codifican las herramientas (proteínas) que estas necesitan. Sin embargo, no todas las células necesitan usar todos los genes. En el 98% restante de ADN se esconde información esencial para que cada célula sepa qué genes tienen que encender y cuáles tienen que apagar. Así cada célula puede ejercer su función correctamente. ¿Qué hago yo? Mi trabajo consiste en sumergirme en el 98% de ADN desconocido en busca de las señales que encienden y apagan los genes. ¿Para qué? Pues porque fallos en estos interruptores de genes pueden hacer que una neurona deje de funcionar como neurona o que una célula muscular no sepa cómo contraerse y, por tanto, causar enfermedades. ¿Y cómo se hace eso? En el laboratorio usamos técnicas de ingeniería genética que nos permiten cortar y pegar trozos de ADN. Al igual que si le quitáramos las ruedas a un coche veríamos que ya no se mueve, si al «cortar» trozos de ADN vemos que se encienden o apagan genes, ¡habremos descubierto interruptores genéticos!

Suena el despertador y me pongo en marcha, no sin antes haber prolongado unos minutos la alarma unos minutos más (sí, soy de esos). Cuando estoy listo, salgo de casa y, salvo que llegue tarde para una reunión o porque tenga reservado algún aparato sofisticado y muy solicitado en el laboratorio, me gusta ir andando a trabajar. El trabajo en el laboratorio es muy autónomo y flexible, es decir, cada persona tiene su proyecto y se gestiona su horario dentro de unos márgenes.

En mi caso, las mañanas son para leer, estudiar y pensar. Así que me pongo al día con el correo electrónico, leo las novedades científicas que más me interesan y pienso en los experimentos que tengo en marcha, en los posibles resultados y cómo seguir avanzando. Cuando se me ocurre una hipótesis nueva, busco a alguien para compartir el momento «eureka». Como a veces uno se deja llevar por el momento y se emociona cuando obtiene resultados prometedores, es bueno contrastar la nueva teoría con compañeros para encontrar posibles fallos. Estos momentos son de los más emocionantes, incluso a sabiendas de que la mayoría de las teorías se quedan en el papel.

Después de la comida, mi momento favorito del día en el que bajamos todos juntos a la cantina del laboratorio, es cuando comienza para mí el verdadero «cacharreo». A pesar de que investigo la genética de enfermedades cardiovasculares humanas, para poder llevar a cabo mi investigación necesito utilizar diferentes organismos como bacterias, ratones, cerdo o células humanas. En las fotos de más abajo me veis vestido para entrar en el animalario de ratones (izquierda) y haciendo clonajes en bacterias (derecha).

Por supuesto, los buenos momentos hay que celebrarlos como se merecen y en la última foto podéis vernos en el último encuentro del laboratorio Manzanares que hicimos y en el que también nos reencontramos con antiguos compañeros y compañeras.